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Notas para una apertura necesaria. Arq. Victor Pelli - 2001

Notas para una apertura necesaria.
Arq. Victor Pelli.1
“Desde la Curuchet”.
Revista del Colegio de Arquitectos de la Pcia. de Buenos Aires.
Año 2. Nro1. 12-2001

No hace mucho tiempo, a mediados de los años noventa, hablar de la crisis y de la grave presencia de la pobreza y de la inequidad en nuestra sociedad, desde la cátedra o desde los foros académicos o profesionales de la arquitectura, aparecía como un recurso retorico poco movilizador de la comunidad profesional, más bien demagógico y ciertamente fuera de lugar. Se hacía particularmente dificil en esas condiciones argumentar que la profesión, en paises como el nuestro, debía plantearse una apertura, encaminada a que al menos alguna de sus ramas estuviera mejor (o simplemente que estuviera) preparada en actitud y en herramientas, para ubicarse en la zona de la pobreza al límite, que es la parte de la sociedad donde los problemas son más cuantiosos en número de personas afectadas, más urgentes, hasta podría decirse, incómodamente, que más propios, y también más novedosos y desafiantes para los arquitectos. También en este enfoque del tema, más directo y específico para nuestra profesión, se estaba hablando de cosas remotas e incomodas. O, se decía, se las estaba planteando mal: ¿realmente necesita reorientarse la profesión para atender estos problemas?.

La respuesta ha estado llegando estos últimos años a borbotones, desde distintos ángulos.  Los hechos han introducido por sí mismos las imágenes, las situaciones y, sobre todo, el hallazgo de que no se trata de un problema de otros, sino que se trata de un problema que nos afecta, ahora de manera más palpable, a todos. También han puesto más en evidencia su complejidad y sus particularides. Y finalmente, han dado mayor difusión a los esfuerzos que, desde distintos sectores y disciplinas, y también desde núcleos aislados de nuestra profesión, se han venido haciendo por comprender a fondo las particulares reglas de juego de este estado de cosas y por desarrollar enfoques conceptuales y herramientas adecuadas para su abordaje. Las abjeciones han ido trasnformándose en preguntas, cada vez más frecuentes, cada vez desde nuevos ámbitos: ¿estamos los arquitectos de hoy preparados para insertarnos en esta realidad y ser actores de las soluciones adecuadas?.

Hay que reconocer que esta pregunta viene haciéndose desde hace mucho tiempo, y que ha habido respuestas, pruebas, logros y fracasos, y también debates intensos y vehementes, que han atravesado como han podido los períodos desgraciados de las últimas décadas en la Argentina. Hay un cierto número de colegas que las practican, las discuten y las contraponen y las han convertido, no sin dificultades, en su modo de vida profesional y también personal. hay instituciones que han financiado las experiencias y hay línes de investigación cientifica que las han sistematizado. La novedad esperanzadora es que ahora es el conjunto de la profesión el que se pregunta por esta práctica “recien descubierta”, que reintroduce (ya que realmente no son nuevos) rubros desconcertantes como mejoramiento de barrios, lotes con servicios, “pies de casa”, núcleos básicos y vivienda semilla, bancos de materiales, consultorios barriales de asistencia a la autoproducción y gestión transdisciplinaria, rubros que, para mayor desconcierto, en estos últimos años están empezando, mal o bien, en virtud de su incorporación o reincorporación al repertorio de la financiación internacional, a constituir una alternativa concreta de demanda para la práctica profesional rentada.

Nadie pone en discusión que los temas y las formas “tradicionales” del ejercicio profesional siguen vigentes y van a seguir ocupando su amplio espacio, más allá de los problemas con que circunstancialmente puedan estar enfrentándose y más allá de las objeciones a su hegemonía en el cuadro del prestigio profesional y a su concepción unidireccional de la excelencia arquitectónica. Pero sí es válido preguntarse si esta “otra” práctica cualquiera sea su lugar en el ranking de las modalidades de la profesión, esta encontrando respuesta eficiente en el perfil del arquitecto actual.

Ideas como “participación activa de los habitantes en el control de las decisiones mayores, y libertad para que puedan hacer su propia contribución al diseño, a la construcción y a la gestión de su solución habitacional en mesas (reales o virtuales) de concertación con todos los actores involucrados, incluyendo a los habitantes”; “el arquitecto actor (de la gestión habitacional, junto con las otras disciplinas y los otros actores) en reemplazo del arquitecto autor”; “la postergación de la estética del arquitecto en beneficio y respeto de la estética del habitante”; “el diseño de los procesos (entendidos como procesos de evolución simulténea de la obra física y de la capacidad de desenvolvimiento social de los habitantes) con igual jerarquía y atención que el diseño de los productos”, pueden llegar a ser consignas de trabajo con las que se encuentre el profesional que se interne a fondo en este “nuevo” paisaje.

No son lemas apresurados y emocionales sino el resultado de una prolongada labor de experimentación y reflexión, en el marco de un compromiso intenso con los problemas a encarar y con la gente que los padece. Son consignas que conducen sobre todo a una revalorización del papel social del “usuario”, que aparece como indispensable en este campo de tarea, empezando por revalorizar el papel que le toca en la gestión de su propio hábitat. Tarde o temprano el arquitecto que se interna en este campo busca en su bagaje profesional los recursos para encuadrarse en estas consignas o, si así lo siente, para refutarlas con autoridad. Casi nunca los encuentra y se ve obligado a reelaborar su formación en búsquedas y elaboraciones individuales y grupales, o en instituciones y foros propios, siempre al margen de los ámbitos formales de la práctica profesional “convencional”.

El interés que a la vista de las circunstancias actuales empieza ahora a manifestarse en estos ámbitos puede conducir a una apertura que reconozca y valorice esta concepción (que algunos, discutiblemente, llaman”alternativa”) de la práctica, de la disciplina y de sus objetivos, y genere espacios adecuados en las  carreras de formación profesional y sus planes de estudio, en las publicaciones especializadas, en los foros y en las entidades profesionales. Un movimiento como este hacia una diversificación del cuadro de la profesión que algunos creemos indispensable, podrá, quizá, constituir un aporte al esfuerzo penoso pero saludable que hoy está intentando hacer al menos una parte de la sociedad argentina por atreverse a ver y reconocer a la totalidad de la sociedad como un conjunto único y compartir creativamente, dentro de ese conjunto los problemas, las búsquedas y la elaboración de las soluciones. Que es una forma de entender la solidaridad, pero también una forma posible de entender la construcción de una sociedad verdaderamente evolucionada.

1. Dr. del Instituto de Investigaciones y Desarrollo en Vivienda
de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional del Nordeste
y del Instituto para la Comunidad y el Hábitat.